«¡Vete al médico!»

En la sesión de control al gobierno del 17 de marzo del 2021, el portavoz de Más País, Íñigo Errejón, propuso al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, una política de salud mental más competente. Acabada su intervención, el diputado del PP por Huelva Carlos Romero le lanzó «¡Vete al médico!», expresión por la cual pidió disculpas a través de Twitter después de las reacciones negativas que había provocado entre la sociedad civil. En consecuencia, se abrió un debate en los medios de comunicación en relación a la importancia de la salud mental que me llevó a comparecer en el programa Els Dematins de IB3 Televisión junto al gerente de Estel de Llevant, Guillem Febrer (enlace intervención). A continuación os transmito mis sensaciones.

Nos pongamos como nos pongamos, los datos son los que son. Según la OMS, 1 de cada 4 personas tiene o tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida tenga o no tenga diagnóstico; es decir, que muchas tienen o tendrán un problema de salud mental y no lo sabrán nunca. Decía Íñigo Errejón que, en el Estado español, 6 de cada 10 ciudadanos muestran síntomas de depresión y ansiedad, y que 7 de cada 10 jóvenes se muestran totalmente desesperanzados ante sus expectativas de futuro. Los expertos en salud mental ya habían anunciado que la situación a la que nos ha abocado el covid-19 aumentaría la incidencia de problemas de salud mental, con lo cual los datos de la OMS, que son anteriores a la situación de pandemia, podrían incluso quedarse cortos en estas circunstancias. Lo sabremos con certeza cuando tengamos datos, pero estoy seguro que todos lo estamos comprobando ya en el día a día.

Con esta información en la mano, también decía Íñigo Errejón que cada día se quitan la vida 10 personas, con lo cual el suicidio se ha transformado en la primera causa de muerte no natural por delante de los accidentes de tráfico. (De hecho, la OMS advierte que también es superior a la mortalidad causada por las guerras y los homicidios a nivel global.) Este punto de su intervención se tiene que criticar. El mezclar datos sobre salud mental y datos sobre el suicidio sin ninguna explicación adicional induce a pensar que solamente se quitan la vida las personas con problemas de salud mental, pero esto se tiene que matizar. Lo cierto es que, si bien dentro del colectivo de personas con problemas de salud mental el riesgo de suicidio es más elevado, tener no es condición necesaria ni suficiente para acabar quitándose la vida. Por lo tanto, y valga esto como respuesta a Carlos Romero, si en el Estado español se han implementado políticas para reducir la incidencia de muertes en carretera, no veo ningún inconveniente en que se plantee actuar para prevenir las muertes por suicidio; más bien al contrario.

Sentí asco, indignación y vergüenza ante aquella ostentación descarada de falta de sensibilidad y empatía por parte de un representante de la ciudadanía en relación a una cuestión de primer orden como es la salud mental de sus conciudadanos. Podríamos haber esperado una respuesta como esa si se hubiera estado hablando, por ejemplo, de más inversión en la investigación contra el cáncer o la esclerosis múltiple? Creo que es obvio que no, y aquí sentimos el poder del estigma y el tabú que todavía pesan sobre la salud mental en el siglo XXI. Del estigma, porque un comentario como este banaliza la importancia de la salud mental como cuestión fundamental dentro de la salud pública y también insulta y menosprecia a todas aquellas personas que tenemos o hemos tenido un problema de este tipo. Del tabú, porque quien banaliza y menosprecia lo hace por miedo y desconocimiento con la intención de silenciar a su interlocutor. Está claro que la salud mental es molesta.

Sea como sea, tenemos motivos para ser optimistas. Las redes sociales, que son el termómetro del estado de opinión de la sociedad civil, hierven de críticas a las palabras del diputado Carlos Romero, quien se defendió diciendo que fue una expresión desafortunada. No, señor Romero, no fue una expresión desafortunada, no la quite hierro. Fue una muestra de los prejuicios que todavía tenemos todos sobre la salud mental. ¿O es que no tenemos integrados dentro del lenguaje habitual expresiones como esta e incluso peores? Las oímos cada día en casa, en la calle, en los bares, en el cine, en los medios, etc. Decía, pues, que es motivo de optimismo que la sociedad civil haya dicho

«¡Ya Basta!» Ante el silenciamiento al que algunos someten la salud mental, tenemos que alzar la voz. Perseveremos.

Para acabar, una imagen: En el Congreso hay 350 diputados. EL 25% son, redondeando al alza, 88. Por lo tanto, solo dentro de este espacio hay 88 personas que tienen o tendrán un problema de salud mental a lo largo de su vida y tal vez no lo sabrán nunca. Puede que estemos exagerando y Carlos Romero solo estaba aconsejando al que se sentaba a su lado que buscase ayuda profesional. ¿Que por qué se lo decía gritando? No lo sé, puede que porque hay gente que habla demasiado fuerte.

Toni Barceló

Activista Obertament Balears